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El arquitecto Luis Moreno García-Mansilla
El arquitecto Luis Moreno García‐Mansilla había nacido en Madrid, en julio de 1959, y se tituló en arquitectura en 1982. Para nuestra tristeza, ha fallecido repentinamente en Barcelona el 22 de febrero de 2012. En la Escuela fue alumno de Juan Navarro Baldeweg, de Gabriel Ruiz Cabrero, de Javier Vellés (ambos en la cátedra de Sáenz de Oíza) y de Carlos Sambricio, entre otros. Y perteneció a un grupo, o pandilla, que formábamos algunos profesores, como los ya citados y quien esto escribe, con algunos otros, todos de la edad de Luis, que habían sido nuestros alumnos. En 1980 hicimos entre todos una exposición de trabajos y dibujos de arquitectura, que tuvo gran éxito, en la galería Ynguanzo de Madrid, y que se paseó por algunos otros lugares de España. Luego acabó reflejada en un libro, “Arquitecturas Modernas”, publicado por Pronaos en 1982, y en el que puede verse algo del trabajo escolar de Luis, que destaca ya por su calidad y por su originalidad, por su condición personal. En aquel entonces trabajaba en el estudio de Rafael Moneo, adonde le había llevado Pedro Feduchi, (que me lo había robado a mí, por cierto, pues no podía permitirme competir con el maestro). Todos recordamos a Luis, desde entonces, como alguien que todo lo hacía bien, fuera lo que fuese
El tapiz de Penélope. Apuntes sobre las ideas de restauración e intervención arquitectónica
Durante los últimos diez años un nuevo modo de ver las cosas distinto del que
popularizó el movimiento moderno, una nueva sensibilidad, ha ido transformando
tanto el pensamiento como la producción arquitectónica. Podría
decirse que esta transformación, de todos conocida, tiene uno de sus aspectos más
básicos en la relación con la historia de la arquitectura: si antes los modernos habían
establecido con ella una ruptura absoluta, ahora, los nuevos modernos, quieren
soldar esa grieta completamente.
No cabe duda que, al variar el sentimiento que sobre la arquitectura se tiene y, en
particular, al cambiar la óptica que se mantenía sobre la arquitectura histórica, la
consideración de los monumentos y de los conjuntos históricos debería, lógicamente,
cambiar; y así ha sido ya, si se tiene en cuenta la protección que en los últimos años
ha salvaguardado tantos edificios y conjuntos de interés.
En cuanto al pensamiento arquitectónico y a la reflexión sobre los problemas de
conservación y actuación en monumentos y conjuntos, ¿se ha avanzado en el mismo
sentido? Una mejor comprensión y, consecuentemente, una mayor estima de la
arquitectura histórica, ¿ha generado criterios o puntos de vista valiosos para el
mantenimiento y rehabilitación del patrimonio arquitectónico y urbano? Y en cuanto
a las ideas de la época que hoy parece concluir, ¿son ya caducas y superadas?, ¿no
tienen ya sentido? Sin un excesivo sistema pasaremos a exponer algunas reflexiones
en torno al asunto
La catedral de Córdoba. Transformación cristiana de la mezquita
Fundada como once naves paralelas, la del medio algo más ancha, y con el conocido sistema constructivo de arcos dobles, la Mezquita de Córdoba, como si no hubiera encontrado aún su propio ser, se amplió igual a sí misma, haciendo avanzar las naves como simple crecimiento de una malla modular, no uniforme en ambas direcciones, pero que crea un espacio bastante indiferenciado con la ayuda de las esbeltas y puntuales columnas. Habría que recordar estructuras recientes para encontrar un modo tan simple de crecimiento espacial, pues tan sólo los antiguos contrafuertes del primer muro de la quibla, convertido en tramos ciegos, rompen la cadencia de las arquerías (1). En la segunda ampliación, la de Alhaquen II, el crecimiento se produjo con una ley no tan simple, pero conservando su componente espacial básico originario. Se diría que el edificio, llevando hasta el extremo su pauta elemental, se cerraba sobre sí, y que la única ampliación arquitectónicamente posible era la de aumentar más naves en forma simétrica, dicho al margen tanto de la conveniencia de una tal ampliación
La idea de composición en la arquitectura de Antonio Flórez
La arquitectura de Antonio Flórez Urdapilleta ha sido entendida por algunos sectores
de la critica y de la historiografía como la de un «premoderno», en el sentido de
haber sido capaz de partir de la práctica de los llamados «estilos nacionales» promovidos
por Lampérez para realizar unos edificios que, sin llegar a abandonar las citadas
maneras, insinuaban el funcionalismo en sus disposiciones planimétricas, del
mismo modo que proponían composiciones que, por su simplicidad y el empleo de
elementos como las galerías acristaladas, anunciaban lo que más adelante, o en otras
manos, iba a constituir la modernidad.
Es éste un punto de vista iluminado por la creencia en la modernidad como una
«buena nueva»; esto es, por la visión de que la historia de la arquitectura debía
desembocar finalmente en la modernidad, como un culmen absoluto que habría sido
precedido por algunos bautistas, entre los cuales, y de un modo remoto, podría
situarse a Antonio Flórez
Arquitectura racionalista para el fin de siglo: una clásica y prudente escuela española frente al eclecticismo internacional
Arquitectura racionalista para el fin de siglo: una clásica y prudente escuela española frente al eclecticismo internaciona
Rafael Moneo: the rigorous eclectic
Rafael Moneo: the rigorous eclecti
Analogia progettuale e intervento architettonico
Analogia progettuale e intervento architettonic
En torno a los criterios de restauración arquitectónica
En torno a los criterios de restauración arquitectónic
La Aventura Moderna de la Arquitectura Madrileña
Hacia mitad de los años
cincuenta la arquitectura
historicista había
perdido en Madrid, definitivamente,
todo sentido. Aquella
fuerza que fugazmente tuvo de
representar al Estado y a los sentimientos
españolistas quedaba
completamente olvidada en los
años en que el pasado régimen
quería, sin renunciar a tantas cosas,
pasar a ser miembro del
"concierto de las naciones". La
arquitectura moderna comenzaba
a aceptarse de tal modo que esta
aceptación es ya plena en torno a
1957, año que viene a marcar el
momento en que los arquitectos
modernos, los jóvenes de la nueva
generación, ganan concursos
importantes y pasan, a su vez,
incluso, a representar al Estado.
Ya se ha comentado repetidas veces
cuánto el triunfo de Corrales
y Molezún en el Concurso para
el Pabellón español en la Expo
de Bruxelles (1958), representa el
momento definitivo de la consagración
oficial de la arquitectura
moderna
Martínez Lapeña-Torres. Alicia a ambos lados del espejo
La arquitectura de José Antonio Martínez
Lapeña y Elias Torres (JAMLET) es bien
conocida y ha presentado siempre unos
perfiles tan intensos como variados, pues
está llena de ingredientes imaginativos y
lúdicos, de figuraciones inesperadas y de
provocaciones, al tiempo que de corrección
profesional, de rigor funcional y de
sentido común. Hay proyectos en que
ambas cosas se mezclan, pues el tema así
lo requiere, pero hay otros en que, también
por la índole del asunto, uno de los
dos extremos domina extraordinariamente
sobre el otro hasta hacerlo, casi, desaparecer.
Hoy nos toca presentar y glosar aquí casi
todas las variantes de su modo de trabajar.
Esto es, desde proyectos "serios"
tocados por levísimos gestos lúdicos o
por ninguno -como son el de la biblioteca
tarraconense y los de las viviendas en
Sabadell y en Ibiza- hasta divertimentos
absolutos, como es El vigilante del paisaje.
Pasando por todos los intermedios,
esto es por el Proyecto para el concurso
de un pabellón y puente para la Expo de
Zaragoza, el de la Escuela del Campus de
Levante en Barcelona y el del Hotel
Iberus, también en Zaragoza, todos ellos
tocados por ambas manos maestras,
afectados por ambos talantes. Pero a la
condición dual y mixta de JAMLET a la
que nos hemos referido, hay que añadir
cosas que amplían no sólo la diversidad
de carácter, sino también la temática:
decoraciones, como la del Saló Daurat en
el Palau de la Generalitat de Barcelona;
diseños, como la Chimenea en el Forum
-compañera de su brillante pérgola
solar- y ropajes de edificios, la fachada
para El Corte Inglés de Pamplona, segunda,
después de la ya brillant
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